Hace apenas semanas se cumplieron 57 años del fallecimiento de Rachel Carlson y 168 años del nacimiento de Ana Roqué de Duprey. Hasta aquí, apenas nombres. ¿Quiénes son? Bien, aquí vamos… Ambas – en momentos, países y campos de aplicación diferentes – se constituyeron como profesionales ilustres en el ámbito de la Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática (mayormente conocido como STEAM por su sigla en inglés: Science, Technology, Engineering, Arts and Mathematics). Y en esta edición de Generamma discutimos su trayectoria científica y trascendencia sociocultural.
Apasionada por la botánica, la zoología y la astronomía, entre otras, Ana Roqué abrió y dirigió, a los trece años, una escuela en su casa. Posteriormente, tras la muerte de su marido, reanudó su propio camino académico, obteniendo títulos de grado en filosofía y ciencia. A partir de este momento, comenzó a redactar textos que pusieron en juego el rol, el futuro y la razón de ser de la mujer. Luego desarrolló el texto más relevante de su carrera: “Botánica Antillana”. El libro, sin embargo, no alcanzó la publicación: sus contenidos no coincidieron con los de sus contemporáneos hombres. No obstante, los manuscritos fueron luego, afortunadamente, encontrados. En 1917, su carrera tomó un giro: a tono con los modernos libros que había escrito en años anteriores, fundó la primera alianza sufragista de Puerto Rico: la Liga Social Sufragista. Dentro de ella, se pusieron en jaque asuntos político-civiles femeninos más allá del sufragio, tales como el derecho a ejercer cargos públicos. Roqué murió en Puerto Rico en 1933, pero su legado aún causa imponentes repercusiones en el paradigma científico actual.
Un poco más de medio siglo después, y unos cuantos kilómetros al norte, en Pennsylvania, nació Rachel Carlson. Sus aficiones se acercaron tanto a la escritura como a la biología. Es por esto que, ya adentrada en sus estudios universitarios, renació en ella la disyuntiva de toda su vida, entre las dos áreas. Estos cuestionamientos la llevaron a abandonar su carrera inicial en redacción y comunicación para perseguir la biología. Algunos años más adelante, en 1929, Carlson obtuvo una beca para continuar sus estudios de biología en la prestigiosa universidad de Johns Hopkins, en Baltimore. Se podría decir que este enorme logro (más aún teniendo en cuenta su rol de mujer) es la primera fuerte motivación para redactar, años después, el revolucionario libro, “Primavera Silenciosa”. En esa obra, la bióloga planteó los potenciales daños de ciertos pesticidas en el medio ambiente. Como era de esperarse, su texto provocó fuerte controversia en la industria y, más adelante, en la Justicia. Sin embargo, Carlson no desistió de su postura: luego de defender arduamente su publicación, finalmente se prohibió el químico DDT cuyo impacto ella tanto advertía. Hoy, se la considera la principal pionera y disparadora del movimiento ambientalista contemporáneo.
Ana y Rachel son tan sólo dos de las cientos de historias de vida de mujeres que, opacadas por una condición de género, no obtuvieron el reconocimiento que les correspondía por su elocuente mérito. En fechas como estas, se conmemoran las amplias contribuciones que las mujeres hicieron y hacen al campo científico. En fechas como estas, se recuerda que STEAM (y toda área de desempeño, en fin) tiene el deber de dar lugar al intelecto, la disciplina y el potencial que tiene toda mujer. En fechas como estas, se aplaude a científicas como Rachel Carlson y Ana Roqué de Duprey, y se alienta a todas las mujeres a desafiar la adversidad para hacer lo que las apasiona.